Son varios los términos empleados para señalar la caída del cabello en rangos superiores a los normales.
Una pregunta qué todos nos hacemos es por qué hay personas que sufren de este tema a edades muy jóvenes, y no en la senectud.
Te invitamos a leer esta nota en la que te contamos acerca de los tipos de Alopecias y cómo pueden afectarnos.
Son varios los términos empleados para señalar la caída del cabello en rangos superiores a los normales. Uno de ellos es calvicie, y el otro (de uso más científico) alopecia. Este último término fue impuesto por Raymond Sabouraud a inicios del siglo XX, y nos viene del griego alopekias = zorro, en virtud de la pérdida de pelo de estos mamíferos tras su muda dos veces al año. Una pregunta qué todos nos hacemos es por qué hay personas que sufren de este tema a edades muy jóvenes, y no en la senectud. Esto nos hace pensar que hay factores genéticos que se transmiten de generación a generación. Los “genes malditos” que sugirió el escrito Franklin Díaz en su obra precisamente titulada “mis genes malditos”.
Ahora bien, simplificar la temática por la simple portación de un gen para las alopecias, es de un reduccionismo extremo. Por eso, la ciencia ha procurado estudiar con más detalle la situación, y ha establecido una clasificación que cubre con mayor claridad el resto de situaciones que compiten con la genética. De ahí que se clasifique a las alopecias en dos grandes grupos: cicatrizales y no cicatrizales.
Cicatrizales: Son aquellas que responden a situaciones patológicas específicas, como ser lupus, quemaduras, tiñas (generadas por hongos), liquen plano, penfigoide, etc. Este tipo de alopecias requieren de tratamientos específicos para la enfermedad de base y deben ser tratadas bajo el estricto control médico. Son rebeldes de tratar y los resultados positivos suelen tardar mucho en aparecer.
No cicatrizales: Son las más frecuentes de ver. En su mayor parte presentan una causa hormonal (androgénicas, que conllevan a seborrea y caspa), autoinmune (areatas), emocional (efluvio telógeno, alopecia por estrés), dietaria (desnutrición, falta de proteínas), circulatoria (déficit de flujo a la cabeza), tóxico-medicamentosas (quimioterapia), microtraumáticas (deportes de roce e impacto), etc. Las no cicatrizales son las que cuentan con más recursos a favor para ser tratadas y obtener éxito en el tratamiento de corto, mediano y largo plazo.
Cuando nos referimos a causas hormonales, indudablemente estamos hablando del influjo debilitador que tienen los andrógenos (testosterona) sobre el bulbo capilar. Se observan con una frecuencia del 89% en varones, y 11% en mujeres. En la causa hormonal, es donde recae precisamente la impronta genética de la que hablamos antes. Muchos de los productos que se venden para las alopecias procuran bloquear el efecto hormonal de los andrógenos mediante sustancias químicas que, lamentablemente, pueden alterar el delicado equilibrio hormonal del paciente. Por otra parte, existe otra gama de productos que trabaja en los mecanismos de generación de mayor flujo circulatorio, también por medio de productos químicos, y los cuales no están exentos de efectos adversos. Por último, hay otra serie de productos que procura fortalecer el bulbo capilar a través de aminoácidos y oligoelementos, lo cual lleva mucho tiempo de tratamiento.
Por suerte, algunos tratamientos en base a fitocosméticos han demostrado tener un muy menor impacto de efectos adversos, sin alterar los niveles hormonales y adicionando beneficios extras por sinergismo de acciones (actividades antioxidantes, antiinflamatorias, reguladores de la autoinmunidad, anticaspa y antiseborrea), colaborando no solo en detener la caída del pelo sino también en hacer crecer nuevo cabello.
¿Los tratamientos suelen ser eficaces sea cual sea la magnitud del proceso de caída del cabello? Por cierto, no. Se ha ideado una clasificación por estadios de alopecias, conocida como la escala Hamilton-Norwood, que nos habla de 7 grados de alopecia. El grado 1 es el más bajo y el grado 7 el más grave. En líneas generales podemos decir que los éxitos de los tratamientos se suelen observar en escalas que van de la 1 a la 4. Los grados 5 en adelante suelen requerir técnicas de microimplantes y microcirugía.